El martes 19 de diciembre de 1978, sobre las ocho de la mañana, tres miembros de ETA asesinaban en Guecho (Vizcaya) al delineante JOAQUÍN MARÍA AZAOLA MARTÍNEZ, disparándole tres tiros a bocajarro en la puerta de su garaje, en presencia de dos compañeros de trabajo. Joaquín María Azaola había pertenecido, años atrás, a la propia ETA, habiendo participado en la planificación de la Operación Pesca, en la que ETA pretendía secuestrar al entonces príncipe Juan Carlos junto con otros miembros de la Familia Real. En el momento de su asesinato, la víctima se había acogido a la amnistía y se había desvinculado completamente de la banda terrorista.
Pasadas las 7:30 horas Joaquín María abandonó su vivienda, situada en el número 15 de la calle Hispanidad, en el barrio de Algorta de la vizcaína localidad de Guecho y se encaminó a la calle Areneazpi, donde se encontraba su garaje. Allí se reunía cada día a la misma hora con dos compañeros, Gonzalo Olano Gorbea y Vicente Lorenzo Chasco, para acudir juntos a la empresa en la que trabajaban, Mecánica de la Peña de Urduliz. Como cada día, se dirigían en el coche de Gonzalo Olano, un Seat 124 blanco, hasta la empresa donde Joaquín María Azaola desempeñaba el puesto de delineante proyectista.
Cuando Azaola llegó al garaje se reunió con Gonzalo y juntos entraron en el mismo. En ese momento, dos jóvenes armados con pistolas se acercaron a ellos diciéndoles que no tuvieran miedo, ya que únicamente querían el coche. Uno de ellos encañonó a Gonzalo mientras el segundo terrorista montó en el vehículo y se colocó al volante. Los terroristas llevaban la cara descubierta, pero la falta de luz impedía que los testigos pudieran verles con claridad. Vicente Lorenzo llegó después de que el segundo etarra hubiese subido al vehículo y rápidamente sintió cómo un tercer terrorista, que se había quedado vigilando, le ponía una pistola en la nuca. El que había montado en el coche lo puso en marcha y, en ese momento, uno de los que apuntaban a los tres compañeros, a unos tres metros de distancia de Azaola, le descerrajó tres tiros con su pistola, alcanzándole en el vientre y el pecho. Las dos balas que impactaron en su pecho lo atravesaron, incrustándose en una columna del garaje, pero la tercera quedó alojada en su cuerpo. Los asesinos gritaron “Gora Euskadi Askatuta” (País Vasco libre) y se dieron a la fuga en el coche de Gonzalo Olano. El propietario del vehículo se dirigió hasta el puesto de Policía Municipal más cercano y regresó al lugar del atentado junto con varios agentes. Joaquín María Azaola fue trasladado en una ambulancia del Cuerpo de Socorro de Guecho al Hospital Civil de Basurto, donde falleció poco después. En el lugar de los hechos, la Policía encontró dos casquillos de bala, marca Geco, y uno de la marca FN, todos ellos del calibre 9 milímetros parabellum.
Alrededor de las 12:00 horas el vehículo robado por los etarras y utilizado en la huida fue encontrado junto a la parroquia de Nuestra Señora de las Mercedes, en la calle Barria de Las Arenas, en Guecho. El coche tenía las puertas abiertas y la llave de contacto puesta. Tras realizar la inspección pertinente y sin encontrar nada anormal, la Policía se lo devolvió a su propietario.
Al día siguiente del asesinato de Joaquín María Azaola, el diario ABC publicaba que, según fuentes próximas al entorno etarra en el sur de Francia, Azaola había sido asesinado bajo acusaciones de ser un “chivato”. Según esas mismas fuentes, Azaola había sido simpatizante de ETA desde hacía muchos años, pero “en ningún momento miembro” de la banda terrorista. Ese mismo día, 20 de diciembre, ETA militar reivindicaba el atentado contra Azaola Martínez, afirmando que había sido “ejecutado por trabajar para la Policía española durante los últimos años, primero desde Euskadi Norte y, después, desde Euskadi Sur”.
Dos días después del asesinato de Joaquín María Azaola, el que era máximo responsable del “aparato militar” de ETA José Miguel Beñarán Ordeñana, alias Argala, era asesinado en un atentado terrorista cometido mediante la colocación de un artefacto explosivo en una rueda de su coche. Argala, que vivía en Anglet (Francia), a dos kilómetros de Bayona, era el supuesto responsable del atentado que costó la vida al almirante Carrero Blanco y su asesinato fue reivindicado inicialmente por la OAS y, posteriormente, por el Batallón Vasco Español. En 2003 el diario El Mundo publicó una entrevista con uno de los militares que aseguraba haber participado en el atentado. Sin embargo, el día siguiente de la muerte del dirigente etarra, fuentes próximas a la organización terrorista ETA informaban al diario ABC, desde el sur de Francia, que la autoría no estaba clara y que, pese a la evidencia de la reivindicación, no se debían descartar luchas intestinas en el seno de la banda, ya que “podría ser el principio del enfrentamiento total entre los ‘milis’, auto encumbrados por el éxito de sus acciones, y los ‘polis-milis’, contrarios a la línea seguida por José Miguel y sus muchachos […] podría ser un ‘ajuste de cuentas’ por la muerte del señor Azaola, vasco de pura cepa”.
Joaquín María Azaola se había exiliado por primera vez en Francia en 1947, huyendo del franquismo, permaneciendo en el país vecino durante tres años. En 1957 volvería a exiliarse, esta vez durante nueve años, hasta 1966, debido a sus actividades nacionalistas. Tras su segundo regreso al País Vasco, Azaola ingresó en las filas de ETA, lo que le llevó a pasar nueve meses en prisión por su implicación en el secuestro del industrial Lorenzo Zabala en 1972. Poco después de salir de prisión, en el primer trimestre de 1973, Joaquín María Azaola, conocido en las filas de ETA como Jokin, se exiliaba por tercera y última vez, recalando en el País Vasco francés. El 15 de diciembre de 1977 Joaquín María Azaola Martínez regresaba a España con un pasaporte nuevo, tras acogerse a la amnistía política y laboral que le permitiría reintegrarse a su antiguo puesto como delineante en la empresa Mecánica de la Peña. Una hija de Joaquín declaró después del asesinato de su padre que éste no había recibido amenazas de ningún grupo y que su vinculación con ETA había quedado atrás en una etapa anterior de su vida.
Sin embargo, las causas de su muerte muy probablemente se encontraban precisamente en esa etapa que Azaola creía enterrada. A su regreso del último exilio en Francia, en 1977, Joaquín María Azaola, bajo el seudónimo de Odei Erreka, había publicado un libro titulado Los elegidos de Euskadi. Un atentado al futuro. En la obra, el exmiembro de ETA detallaba con pelos y señales un plan, conocido como 'Operación Pesca', que la banda había diseñado en 1974 para secuestrar en Mónaco al entonces príncipe Juan Carlos de Borbón, junto con otros miembros de la Familia Real. También contaba cómo fue él, personalmente, quien facilitó a las autoridades y a las Fuerzas de Seguridad los datos necesarios para abortar el secuestro. Poco después, en mayo de 1978, Jokin relataba todos los pormenores de la historia en las páginas del semanario Interviú. Joaquín María de Azaola, el hijo de la víctima, se mostraba convencido de que la muerte de su padre, así como las acusaciones que ETA había vertido sobre él en la reivindicación del crimen, eran una venganza por la actuación de éste en aquella operación y por haberlo contado todo en el semanario: “Puede ser una venganza. La única explicación que encuentro para que hayan matado a mi padre es que él fue quien evitó el secuestro del Rey”.
Tal y como lo explicó Joaquín María Azaola en el artículo de Interviú, la 'Operación Pesca' tenía como finalidad el secuestro de varios miembros de la casa real, entre los que estaban el conde de Barcelona, don Juan de Borbón; su hijo don Juan Carlos, Príncipe de España; la esposa de éste, doña Sofía; sus tres hijos, Felipe, Elena y Cristina; don Alfonso de Borbón y Dampierre, duque de Cádiz y la esposa de éste, Carmen Martínez Bordiú. La idea de la banda era pedir, a cambio de la libertad de los secuestrados, entre 200 y 300 millones de pesetas y la liberación de un centenar de presos. Entre los etarras que participarían en la planificación y la ejecución del atentado estaban, entre otros, Domingo Txomin Iturbe Abasolo; Isidro María Garalde, alias Mamarru; Miguel Ángel Apalategui Ayerbe, alias Apala; José Luis Arrieta, alias Azkoiti; José María Arruebarrena Esnaola, alias Tanke; José Antonio Garmendia Artola, alias El Tupa, y Jesús María Muñoa Galarraga, aliasTxaflis.
ETA había tenido conocimiento a principios de 1974 de que el príncipe Rainiero de Mónaco había invitado a la Familia Real española con motivo de la inauguración de un casino en el Principado. El plan de la banda consistiría en que un grupo de etarras abordaría en alta mar el yate de la Familia Real, otro los recogería en la orilla y los trasladaría a una cárcel del pueblo construida en Niza. Allí, un tercer grupo se haría cargo del resto de la operación. Para llevarlo a cabo, los terroristas pretendían alquilar un yate de gran potencia, el Stolvezen. El papel de Joaquín María Azaola era presentarse como secretario de un profesor belga, con documentación falsa a nombre de “Van Pout”. Pero Azaola, Jokin, estaba convencido de que Franco no cedería al chantaje, con lo que el único desenlace posible sería el asesinato de los rehenes.
Sus dudas sobre la utilidad de la operación fueron aumentando. Así, aprovechando un viaje a Bayona para formalizar la renovación de sus papeles de exiliado, acudió al cónsul español y le hizo entrega de un sobre cerrado dirigido al comisario general de investigaciones de la Dirección General de Seguridad, José Sáinz. Ese primer contacto escrito dio pie a otros personales, en los que Azaola le contó a Sáinz los detalles de la operación para que abortara la acción terrorista. Sáinz, que había sido jefe superior de la Policía de Bilbao, puso los hechos en conocimiento del entonces príncipe Juan Carlos y prometió a Azaola que no se detendría a ninguno de sus compañeros en ETA ni se les imputaría, en el futuro, ningún cargo por la participación en el intento de secuestro. Además, Azaola decidió informar al presidente del Gobierno vasco en el exilio, Jesús María Leizaola, que le pidió que obrara “en conciencia”.
Como resultado de la colaboración de Jokin con la Policía, la Familia Real no acudió a Mónaco, frustrándose así el intento de secuestro. El conde de Barcelona, que no recibió la información a tiempo, se desplazó con su yate “Giralda” hasta Cannes, donde fue informado por el comisario Roberto Conesa, tras lo cual fue llevado de nuevo a España en un avión Mystère. Tras darse por cancelada la operación, los miembros de ETA de los tres grupos que se habían organizado regresaron desde Niza y Cannes a sus respectivos puntos de origen en el País Vasco francés. En las páginas de Interviú, Jokin explicaba por qué decidió sabotear la operación terrorista:
Yo estaba seguro de que Franco no iba a ceder y que hubiéramos tenido que matarlos a todos; una vez comenzada la acción no podíamos echarnos atrás. ¿Qué hubiera ocurrido? Pues se cortaba toda posibilidad de evolución hacia la democracia, hubiera habido un cambio radical a la derecha y una represión horrible contra el pueblo vasco. Si nuestro objetivo hubiera sido Franco, como al principio pensé, no habría dudado, pero Juan Carlos... Contando aquellos hechos yo sólo pretendo que el Rey sepa que no fue secuestrado, que debe a un vasco probablemente la vida y que toda una serie de señores policías que se apuntaron el tanto nada hubieran podido hacer por su cuenta […] No pedí dinero ni nada a cambio, y mis condiciones –que no se detuviera a nadie y nunca se les achacara su participación en la acción– fueron cumplidas por José Sáinz. […] Yo no sé lo que pensará la gente, pero yo he vivido muchas noches sin dormir dándole vueltas a mi actuación. En las Navidades de 1974 pude hablar con Jesús María Leizaola, presidente del Gobierno vasco en el exilio, en San Juan de Luz. Sin entrar mucho en detalles le conté las cosas y le pedí su opinión. Sólo me contestó: "No te preocupes, has hecho muy bien".
Según el diario La Vanguardia (20/12/1978) cuando hablaba de "señores policías que se apuntaron el tanto" Azaola se refería al comisario general de investigaciones de la Dirección General de Seguridad, José Sáinz; al comisario general de Información, Roberto Conesa, y al jefe de la brigada de Operaciones de la Dirección General de Seguridad, Andrés Gómez Margarida.
Joaquín María Azaola Martínez, técnico industrial de 55 años, era natural de Bilbao. Estaba viudo desde un mes antes de su asesinato y tenía tres hijos, dos chicas y un chico, de 26, 28 y 31 años. Azaola era también abuelo, ya que una de sus hijas estaba casada y había tenido un hijo. Joaquín María vivía con sus dos hijos solteros y llevaba un año y medio, desde la vuelta de su último exilio, trabajando en Mecánica de la Peña de Urduliz como delineante proyectista. Sus compañeros de trabajo afirmaban que era un hombre con una conducta normal y que no desarrollaba ningún tipo de actividad política, aunque era considerado por sus amigos como de ideología nacionalista.
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