El 22 de febrero de 2000 son asesinados FERNANDO BUESA BLANCO, portavoz del PSE en el Parlamento Vasco, y su escolta JORGE DÍEZ ELORZA, alcanzados por la explosión de un coche-bomba en el campus universitario de Vitoria. Ambos murieron en el acto.
El portavoz del Partido Socialista de Euskadi en el Parlamento vasco y secretario general de los socialistas de Álava, Fernando Buesa Blanco, y su escolta, Jorge Díez Elorza, caminaban desde su domicilio a su oficina, a trescientos metros del despacho del lehendakari Ibarretxe. Fernando había salido de su casa en la calle Alava y, acompañado por uno de sus hijos y por su escolta, se dirigía a pie a la zona de las universidades. Tras despedirse de su hijo en el Colegio de Ingenieros, donde participaba en un máster de Medio Ambiente, el político y su escolta prosiguieron por la acera unos metros más, ya en la calle Juan Ibáñez Santo Domingo. Antes de llegar a la esquina con la calle Nieves Cano, una fuerte explosión, que pudo oírse en gran parte de la ciudad de Vitoria, acabó con sus vidas. Era poco antes de las 16:30 horas y en el campus universitario había en esos momentos una gran afluencia de estudiantes.
El coche bomba cargado con 25 kilos de explosivos y de metralla compuesta por bolas metálicas, fue accionado desde una distancia de varias decenas de metros por los etarras al paso del político socialista y de su escolta. Como consecuencia de la explosión también resultó herida leve una mujer de 51 años, que se trasladó por sus propios medios al hospital. La furgoneta había sido robada un año antes, en mitad de la tregua decretada por ETA en septiembre de 1998. La banda terrorista había utilizado el mismo método con el que asesinó, el mes anterior, al teniente del Ejército Pedro Antonio Blanco.
Los asesinos juzgados y condenados de Fernando y Jorge fueron Asier Carrera Arenzana (quien colocó la furgoneta-bomba y accionó el mecanismo), Luis Mariñelarena Garciandía y Diego Ugarte López. Los dos primeros fueron condenados en 2002 y Ugarte en 2005.
En noviembre de 2011 la Audiencia Nacional condenó a 105 años de cárcel a Francisco Javier García Gaztelu, alias Txapote, por el atentado contra Fernando Buesa y Jorge Díez. Fue la primera sentencia contra miembros de ETA después de que la banda anunciara el cese definitivo de la violencia el 20 de octubre de ese mismo año. La sentencia da como probado que Txapote "mantuvo varias reuniones en el sur de Francia durante 1998 y 1999 con los miembros del comando Ituren, integrado por los condenados en estas acusaciones, Asier Carrera, Luis Mariñelarena y Diego Ugarte. Tras fijarles como ámbito de actuación la provincia de Álava, y encargarles el alquiler de un piso como base de operaciones, les asignó la misión de obtener información detallada acerca de la vida y costumbres, entre otros, del abogado y portavoz del Grupo Socialista del Parlamento vasco, Fernando Buesa, a quien la dirección de ETA había decidido ejecutar". Asimismo, la sentencia considera probado que, una vez finalizada la tregua de 1998 de la banda criminal, García Gaztelu mandó intensificar los seguimientos y vigilancias a Buesa y facilitó a los autores materiales la furgoneta, los explosivos y las armas que debían utilizar para cometer el atentado.
Fernando Buesa Blanco era de Bilbao y abogado de profesión. En el momento de su asesinato tenía 53 años. Había sido vicelehendakari del Gobierno autónomo entre 1990 y 1994. Estaba casado con Natividad Rodríguez y tenía tres hijos.
Fernando se distinguió por su condena a la violencia terrorista durante toda su carrera política. Defendió sus ideas y sus convicciones con vehemencia, y por eso lo mataron. Sabía que la banda terrorista lo había puesto en la diana y vivía amenazado desde hacía tiempo. Fue coherente con sus ideas hasta el final y, el sábado anterior a su asesinato, había acudido a la manifestación del movimiento ¡Basta Ya! en San Sebastián para pedir la disolución de ETA y protestar por la falta de libertades en el País Vasco. Arnaldo Otegi, en esos momentos compañero de Buesa en el Parlamento de Vitoria, se había referido a los que participaron en la manifestación de San Sebastián como "la gusanada".
En su última intervención parlamentaria, el 18 de febrero de 2000, dijo entre otras cosas:
Estamos hartos de que ustedes se dediquen a darle vueltas al diccionario y a retorcer el sentido de las palabras para ver si encuentran una expresión feliz que sea asumible por Euskal Herritarrok a la hora de plantear sus resoluciones parlamentarias. ¡Dejen de mirar tanto y con tantos paños calientes a su suspendido socio parlamentario, y vuelquen su atención en las ciudadanas y ciudadanos de este país que sufren los ataques y carecen de seguridad y libertad! Ellos son los que tienen derecho a exigirles que paren, con todos los medios legítimos de que dispone el Gobierno, esos ataques, y ustedes son los que forman el Gobierno democrático de este país.
En ese momento el Gobierno de Juan José Ibarretxe se sustentaba en un pacto de legislatura firmado en mayo de 1999 por el PNV, Eusko Alkartasuna y Euskal Herritarrok, firmado por Arnarlo Otegui y avalado por uno de los dirigentes de ETA, Urrutikoetxea Bengoetxea, que tenía acta de parlamentario.
Su viuda, Natividad Rodríguez, hablaría en 2007 en el documental Corazones de hielo de Jorge Martínez Reverte, de la responsabilidad de los nacionalistas:
Tienen que preguntarse por qué no ha ido la violencia contra ellos, por qué se ha permitido que los violentos crecieran en la impunidad. ¿Se les ha ayudado? Yo puedo afirmar categóricamente que hubo complicidad del mundo nacionalista con los violentos.
Jorge Díez Elorza, ertzaina, era de Vitoria. Tenía 26 años y estaba soltero. En la película Asesinato en febrero, de Elías Querejeta, sus padres, abuelos y miembros de la cuadrilla evocaron a Jorge, cuya muerte les ha dejado un vacío imposible de llenar. Su madre, Begoña Elorza, reflexionaba: "Son muy valientes, pero por detrás y con una pistola y con un coche-bomba. Pero eran incapaces de enfrentarse con los brazos de Jorge. Así son muy valientes ellos. Ellos y quienes les apoyan. Se erigen en salvadores de la patria. ¿De qué patria? De la mía no, desde luego".
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Es fundamental recordar y honrar a todas las personas que perdieron la vida o resultaron afectadas por los actos violentos perpetrados por ETA. Cada una de estas víctimas merece nuestro respeto y solidaridad.