Aproximadamente las 7:45 horas de la mañana del 22 de enero de 1993, JOSÉ RAMÓN DOMÍNGUEZ BURILLO salió de su domicilio en el barrio de Martutene para dirigirse a su trabajo en la prisión donostiarra. Dos pistoleros de ETA, que luego se supo que eran Juan Antonio Olarra Guridi y José María Iguerategui Gillisagasti, lo aguardaban en la calle y, tras acercarse por la espalda, le dispararon dos tiros en el cuello y la cabeza. Al escuchar las detonaciones, algunos vecinos se asomaron a la calle pero, debido a la oscuridad reinante a esa hora y al obstáculo visual de los coches aparcados, no llegaron a detectar la presencia en la acera de enfrente de un cuerpo caído. Mortalmente herido, José Ramón permaneció desangrándose durante unos veinte minutos, hasta que fue descubierto por un niño de 10 años que iba a la escuela. Los vecinos que acudieron en su auxilio encontraron a la víctima en mitad de un charco de sangre.
La policía recogió en el lugar dos casquillos 9 milímetros marca SBP, la misma munición utilizada tres días antes en el asesinato de José Antonio Santamaría y en atentados perpetrados tiempo atrás en Barcelona.
Una bala le había atravesado la cabeza a la altura de la sien, y la otra penetró por detrás de una oreja y salió por el cuello. En el lugar del suceso, Gregorio Ordóñez, concejal del PP, comentó con amargura que las propuestas de reinserción o de negociación con ETA "cargan las pistolas" de la banda armada y señaló que "la única alternativa era encarcelar a todos los terroristas y que lo demás, a la vista de la actitud de ETA, es seguir haciendo el ridículo".
Según el director de la prisión de Martutene, Jaime Hernández, José Ramón era "un hombre de temperamento bonachón", que se mostró siempre preocupado por mejorar la vida de los reclusos. Negó, además, que hubiera recibido amenazas. El asesinato dejó consternado no sólo a sus compañeros, sino también a gran parte de los 280 presos de la cárcel, 22 de los cuales eran miembros de ETA. En algunos medios el atentado fue interpretado como un ataque de ETA contra la reinserción de sus militantes encarcelados.
Nada más conocer el crimen, las reclusas de Martutene organizaron una colecta para enviar una corona de flores al funeral del funcionario, que se celebró en la parroquia de la Sagrada Familia de Burgos.
En 2007 la Audiencia Nacional sentenció que Juan Antonio Olarra Guridi y José María Iguerategui Gillisagasti fueron los asesinos de José Ramón Domínguez, aunque el segundo no pudo ser juzgado pues murió en marzo de 1994 en Vitoria, tras explotarle una bomba que portaba en una mochila.
José Ramón Domínguez Burillo era natural de Burgos, tenía 35 años y estaba soltero. Licenciado en Psicología, desde 1985 trabajaba en la prisión donostiarra de Martutene. En 1990 se integró en el equipo de educadores del centro penitenciario, donde realizaba tareas de animador cultural y de asistencia a los reclusos con problemas.
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Es fundamental recordar y honrar a todas las personas que perdieron la vida o resultaron afectadas por los actos violentos perpetrados por ETA. Cada una de estas víctimas merece nuestro respeto y solidaridad.