jueves, 22 de febrero de 2001

Josu Leonet Azkune y José Ángel Santos Laranga

Menos de un mes después del asesinato en San Sebastián de Ramón Díaz García, cocinero de la Comandancia de Marina de San Sebastián, a las 8:00 horas del jueves 22 de febrero de 2001 ETA hacía estallar en el barrio donostiarra de Martutene un coche-bomba con casi seis kilos de explosivos. El objetivo era asesinar al concejal del Partido Socialista de Ordicia, Ignacio Dubreuil. Con este atentado indiscriminado la banda asesina no consiguió su objetivo, pero segó la vida de dos trabajadores de la empresa Elektra a los que la onda expansiva de la explosión les alcanzó de lleno: JOSU LEONET AZKUNE y JOSÉ ÁNGEL SANTOS LARANGA.

Iñaki Dubreuil llegó, como todos los días, en el tren de cercanías de Renfe Irun-Zumárraga, junto a su escolta. Salió de la estación para cruzar la carretera y dirigirse al centro ocupacional Sartu, donde impartía clases a jóvenes en paro. Cerca de él caminaban trabajadores de otras empresas que acudían también a sus puestos de trabajo. Pocos metros más adelante, cuando el edil socialista llegó a la altura del coche bomba, los terroristas lo explosionaron con un mando a distancia.

Iñaki Dubreuil salvó la vida por poco, pero sufrió heridas en el cuerpo y quemaduras de segundo grado en la cara, además de metralla por todo el cuerpo. También resultaron heridos de gravedad Igor Larrea Olano (28 años) y José Ignacio Urrestarazu (31 años), compañeros de Josu y José. De menor gravedad resultaron heridos Ignacio Urdangarín Múgica, Aranzazu Pérez Cayetano y Sandra Viejo Lorente.

El mismo día del atentado se detuvo en Francia a Javier García Gaztelu, alias Txapote, quien, según el Ministerio de Interior, era el que seleccionaba a las víctimas y ordenaba los atentados desde la ruptura de la tregua, incluido el que acabó con la vida de Josu y José Ángel.

Al día siguiente, unas veinte mil personas se manifestaron en San Sebastián contra la banda terrorista. El 30 de marzo Gara publicó un comunicado de la banda en el que calificaba de "error irreparable" la muerte de los dos trabajadores de Elektra.

En mayo de 2011 la Audiencia Nacional condenó a 140 años de cárcel a la dirigente etarra Ainhoa García Montero, alias Laia, como cooperadora necesaria en el atentado contra Dubreuil, que costó la vida a Josu y José Ángel. Por estos hechos también estaba acusado el dirigente de ETA Ibon Fernández Iradi, alias Susper, -compañero de Laia en el grupo Buruntza de ETA, al que se atribuye esta acción-, pero finalmente fue absuelto por falta de pruebas que acreditasen su intervención. En la sentencia, la sección tercera de la Sala de lo Penal, presidida por Alfonso Guevara, consideró probada la participación "relevante y necesaria" de Laia a la luz de un dossier de posibles objetivos de ETA elaborado de "su puño y letra", en el que aparecen datos sobre Dubreuil y del que se extrajeron sus huellas dactilares cuando fue incautado en un piso franco de la banda en Cizúrquil. Con los datos proporcionados por Laiamiembros de ETA "cuya identidad no consta", ya que los acusados de perpetrarlo -Ibon Etxezarreta y Jesús María Carrasco- fueron absueltos, colocaron el coche-bomba en las proximidades del apeadero del tren de cercanías del barrio de Martutene.

Josu Leonet Azkune, de 31 años, era residente en Tolosa, donde había nacido. Estaba casado y tenía una hija de nueve meses. Era hermano de la alcaldesa de Beizama, Idoia Leonet, del PNV. Horas después del atentado emitió un comunicado para desmentir las noticias que relacionaban a su hermano con Euskal Herritarrok, nombre usado por el entorno proetarra desde 1998 hasta 2001, año en que pasó a denominarse Batasuna.

José Ángel Santos Laranga, de 40 años, estaba casado y no tenía hijos. Trabajaba en la compañía Beysa, subcontratada por Elektra. Natural de Porto do Son (La Coruña), emigró cuando tenía cinco años con su madre a Pasajes (Guipúzcoa), poco después de que su padre falleciese ahogado en un accidente marítimo. Vivió posteriormente en Andoain y, desde tres años antes de ser asesinado, en Icazteguieta.

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Es fundamental recordar y honrar a todas las personas que perdieron la vida o resultaron afectadas por los actos violentos perpetrados por ETA. Cada una de estas víctimas merece nuestro respeto y solidaridad.