El 23 de octubre de 1980, la banda terrorista ETA asesinaba en Elgóibar (Guipúzcoa) a JAIME ARRESE ARIZMENDIARRIETA, miembro de la Comisión Ejecutiva Provincial de UCD y exalcalde de la localidad. Sobre las 14:40 horas tomaba café, como todos los días, en el Bar Iriondo de la localidad guipuzcoana cuando entraron dos individuos que apartaron de un manotazo a uno de los clientes y dispararon siete tiros contra Arrese Arizmendiarrieta, dos de los cuales le dieron en la cabeza y otros dos en el tórax. Arrese quedó tendido sobre la barra del local, sangrando en abundancia. El atentado se desarrolló con gran rapidez, y sólo los clientes que vieron las armas tuvieron tiempo de arrojarse al suelo cuando escucharon las detonaciones. El resto de los clientes se dieron cuenta de lo que había ocurrido al ver el cuerpo de Jaime Arrese derrumbarse sobre la barra del bar. Los pistoleros salieron del establecimiento y se montaron en un Seat 127 con el que emprendieron la huida hacia la carretera general Bilbao-San Sebastián. El vehículo había sido robado previamente por los terroristas, que obligaron a su propietario a dirigirse al barrio de San Pedro en Elgóibar, dejándolo amordazado y atado a un árbol.
La Policía recogió posteriormente en el lugar de los hechos varios casquillos del calibre 9 milímetros parabellum. Una religiosa que trabajaba como enfermera intentó prestarle los primeros auxilios momentos después del atentado, pero sólo pudo constatar su fallecimiento. El cadáver fue trasladado, dos horas después, al domicilio familiar, donde quedó instalada la capilla ardiente.
La localidad guipuzcoana de Elgóibar permaneció el día siguiente del atentado, 24 de octubre, prácticamente paralizada, secundando el llamamiento del Ayuntamiento que declaró la jornada de luto. Siguiendo este llamamiento, la mayoría de los establecimientos comerciales no abrieron sus puertas. Las tiendas de alimentación cerraron a media mañana y en la mayoría de los talleres y fábricas se registraron paros, incluida la factoría de Sigma que cerró sus puertas por la tarde.
A las 19:00 horas, en la parroquia de San Bartolomé, dio comienzo el funeral por el alma de Jaime Arrese. El féretro, portado por cuatro amigos, fue introducido en el templo, mientras la banda de música interpretaba la Marcha fúnebre de Chopin en presencia de más de seis mil personas que abarrotaban la iglesia, incluido el presbiterio, y se agolpaban en la plaza, a pesar de la incesante lluvia. Al multitudinario funeral asistieron Marcelino Oreja, ministro gobernador general del País Vasco; Agustín Rodríguez Sahagún, ministro de Defensa; Modesto Fraile, vicepresidente primero del Congreso; Rafael Calvo Ortega, secretario general de UCD; Miguel Herrero de Miñón, presidente del Grupo parlamentario de UCD; Ignacio Camuñas, presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso, así como José María Benegas, secretario general del PSE-PSOE, el diputado del PSOE Javier Solana, los diputados nacionalistas Gerardo Bujanda y Andoni Monforte, Jesús María Viana, presidente de la UCD vasca, y Antón Jaime, presidente del consejo provincial del PNV.
El oficio religioso fue concelebrado por varios sacerdotes en euskera y castellano. En la homilía el párroco se preguntó quién había matado a Jaime Arrese, y si sólo son responsables los que dispararon o los que prepararon el atentado. El sacerdote señaló que todos tienen parte en esta muerte, "y seguiremos siendo responsables en tanto nos falte el valor, porque continuará la violencia".
Terminado el funeral, los familiares de la víctima y todos los dirigentes de UCD acompañaron al féretro a pie hasta el cementerio bajo una intensa lluvia. Mientras tanto, alrededor de cinco mil personas participaron en una manifestación silenciosa que partió de la parroquia para dirigirse hasta el Bar Iriondo, donde fue asesinado Jaime Arrese, y regresar a la plaza de Los Fueros, donde se disolvió sin incidente alguno frente al Ayuntamiento. La marcha había sido convocada por el PNV, el PSE-PSOE y el Partido Comunista de Euskadi.
El acoso a los políticos de Unión de Centro Democrático era muy intenso en esas fechas. En mayo la banda terrorista había asesinado a otro militante del partido, Ramón Baglietto, que unas horas antes había estado en Elgóibar comiendo con Jaime Arrese, a quien hizo partícipe de sus temores de sufrir un atentado. El 29 de septiembre era secuestrado y asesinado José Ignacio Ustarán, militante y miembro de la ejecutiva de UCD, y casado con Rosario Muela, concejala del mismo partido en el Ayuntamiento de Vitoria. Y una semana después, el 31 de octubre, sería asesinado en San Sebastián el también dirigente del partido Juan de Dios Doval Mateos.
Nada más conocerse el atentado, el secretario general de la UCD vasca, Jaime Mayor Oreja, declaró que "la muerte de García Cordero y la de nuestro compañero Jaime Arrese son dos crímenes aborrecibles. A pesar de la angustia que siento", añadió Mayor Oreja, "debo decir que, en mi opinión, los terroristas de ETA se están equivocando, y dan muestras de estar cada día más enloquecidos y desesperados".
Los Comandos Autónomos Anticapitalistas reivindicaron la autoría del asesinato de Arrese el 24 de octubre, mediante llamada al diario Egin en la que asimismo asumían el secuestro y asesinato de Juan Manuel García Cordero.
Por el asesinato de Jaime Arrese Arizmendiarrieta fue condenado en 1990 por la Audiencia Nacional Juan Carlos Arruti Azpitarte a 29 años de prisión.
Otro de los presuntos asesinos de Arrese es José Ricardo Urteaga Repullés, alias Txetxu, que también participó en el secuestro previo al asesinato de Juan Manuel García Cordero. Fue detenido por última vez en Francia en marzo de 1984 y, al salir de la cárcel, en mayo de ese año, fue expulsado por el Gobierno galo a Caracas. España acordó el 21 de junio de 1996 solicitar a Venezuela su extradición, acusado de haber participado en el asesinato del dirigente de la UCD, Jaime Arrese Arizmendiarrieta. Sin embargo, Urteaga Repullés sigue beneficiándose de la negativa del Gobierno de Hugo Chávez a entregar a los asesinos de la banda que viven en su país. Txetxu es uno de los cincuenta etarras que, en 2011, sigue viviendo tranquilamente en Venezuela, protegido por el régimen de Chávez y contratado en el INTI, Instituto Nacional de Tierras.
Jaime Arrese Arizmendiarrieta, de 43 años, estaba casado y tenía dos hijos, de 18 y 15 años. Había sido alcalde de Elgóibar, donde había nacido, desde abril de 1974 hasta mayo de 1977. Miembros del Partido Nacionalista Vasco señalaron que fue un buen alcalde y el Ayuntamiento, en pleno extraordinario, condenó con los votos de PNV, PSOE y una coalición local (EE, ESEI e independientes), y con la abstención de Herri Batasuna, el asesinato, resaltando que fue asesinado por sus ideas y recordando su buena labor y sus iniciativas a favor de los presos y detenidos. Un hecho atestigua ese buen hacer de Arrese. La capilla ardiente se instaló en el domicilio familiar y durante todo el tiempo que la misma se mantuvo abierta una mujer estuvo rezando en ella. Se trataba de la madre de un miembro de ETA que estaba agradecida al exalcalde porque éste había ido hasta la frontera para recoger a su hija, en esos momentos huida, con el fin de que pudiera asistir en Elgóibar al funeral de su padre.
En el momento de su asesinato Jaime Arrese era miembro de la Comisión Ejecutiva Provincial de Unión de Centro Democrático (UCD) en Guipúzcoa, partido con el que había concurrido a las elecciones como número tres en la candidatura de esa provincia. En los días siguientes se tenía que decidir si Jaime Arrese ocupaba el puesto vacante en el Congreso de los Diputados por la dimisión de Marcelino Oreja. Asimismo era miembro de las Juntas Generales de Guipúzcoa en representación de su partido. Jaime Arrese trabajaba, además, en la administración de la empresa Arriola y Compañía, situada a veinte metros del bar donde fue asesinado. Su Comité de empresa también emitió un comunicado condenando el asesinato.
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Es fundamental recordar y honrar a todas las personas que perdieron la vida o resultaron afectadas por los actos violentos perpetrados por ETA. Cada una de estas víctimas merece nuestro respeto y solidaridad.