El jueves 2 de octubre de 1980 fallecía RAMÓN COTO ABAD, anciano jubilado que no pudo superar las graves heridas sufridas cuando fue tiroteado por miembros de la banda terrorista ETA en Bilbao tres días antes, el 29 de septiembre.
Como hacía casi todas las mañanas, Ramón Coto se dirigió el 29 de septiembre a un estanco, que hacía las veces de administración de loterías, situado en la calle Navarra de Bilbao. Ramón, que ya estaba jubilado, tenía amistad con los propietarios del establecimiento y les ayudaba haciendo algunos recados para sacar algún dinero. Hacia las 13:30 horas varios miembros del grupo Orbaiceta de ETA acudieron al estanco. Coto Abad se encontraba sentado en un taburete, detrás del mostrador, hablando con la propietaria y una empleada del establecimiento, y fue alcanzado por varios disparos que efectuó uno de los etarras, mientras el otro vigilaba en la puerta del local. Una de las balas le atravesó la axila izquierda y le salió por la región lumbar.
En 1988 fue condenado por la Audiencia Nacional el arrepentido Sabino Onaindia Sojo a seis años de prisión mayor como cómplice del asesinato de Ramón Coto. Onaindia realízó funciones de vigilancia y apoyo, pero no fue el autor material del asesinato. Tras reinsertarse, no hizo frente a las indemnizaciones a la viuda de Ramón, por lo que en 1993 la Asociación de Víctimas del Terrorismo, entonces presidida por Ana María Vidal Abarca, le envió una carta, junto a otros doce miembros de la banda, para que pagase los quince millones de pesetas que la Audiencia Nacional había fijado como indemnización por el asesinato de Coto Abad (ABC 24/09/1993). En agosto de 1994 la asociación de víctimas seguía reclamando, sin mucho éxito, esas indemnizaciones.
En 1992 fue condenado Aitor Zumarraga Casas como autor material del asesinato a 28 años de prisión mayor. El etarra, que se desvinculó de la banda y en 1986 pidió la reinserción social, había sido detenido en abril de 1991 por la Ertzaintza.
Finalmente, en junio de 1997 fue condenado Vicente Antonio Sagredo Rivas a 26 años de prisión mayor, también como autor del atentado. Un mes después de ser sentenciado, fue uno de los etarras que condenó el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Por este motivo, y porque se desvinculó de la banda al día siguiente de asesinar a Ramón Coto Abad, la Audiencia Nacional solicitó al Gobierno su indulto en diciembre de 1997. En el escrito de la Sala de lo Penal se dice sobre Sagredo Rivas que "merece la pena tener un tratamiento de favor en su condena, ya que cometió el crimen con 17 años y al día siguiente de perpetrarlo se desvinculó de la banda terrorista".
ETA justificó el asesinato de Ramón Coto acusando a la víctima de ser "guerrillero de Cristo Rey". Por otra parte, y desde el primer momento, se barajó la hipótesis de que ETA se había confundido de objetivo, porque el estanco había sido propiedad de José Luis Ramos, próximo a Alianza Popular, y amenazado por la banda terrorista en numerosas ocasiones. José Luis Ramos, según informaba ABC en su edición del 30 de septiembre de 1980, era hermano del que fuera dirigente de Fuerza Nueva en Vizcaya, e hijo de un capitán fusilado por los republicanos en Bilbao en 1937. Por consejo de la Policía, José Luis Ramos había abandonado el País Vasco después de que le incendiasen el coche y lanzasen cócteles molotov contra su comercio durante una manifestación. No obstante, en la sentencia de la Audiencia Nacional por la que fue condenado Sagredo Rivas se afirma que ETA decidió asesinar a Coto Abad "bien porque la organización sospechara que era confidente de la Policía, bien porque entendiera que se mostraba agresivo contra las manifestaciones de los abertzales", lo que añade aún más confusión sobre los motivos por los que fue cometido el atentado, motivos que, por otra parte, no añaden nada al hecho brutal del asesinato de un anciano jubilado.
Ramón Coto Abad tenía 71 años y estaba casado. Fue trasladado al Hospital Civil de Bilbao e intervenido quirúrgicamente. Entre otras lesiones, presentaba un hemotórax, estallido del bazo y perforación del colon. A causa de la gravedad de las heridas, falleció dos días después, a las seis de la tarde del 2 de octubre. Ramón Coto Abad se encontraba tras la jubilación en una situación económica precaria, por lo que hacía recados para los propietarios del estanco "a cambio de unas pesetas", además de "ofrecer sus servicios" a las personas que requerían un taxi al llegar a la estación y de "ayudar al encargado de la distribución" del diario santanderino Alerta, según publicó ABC en su edición del 30 de septiembre de 1980.
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