El 25 de noviembre de 1985 la banda terrorista ETA asesinó a tres personas en dos atentados distintos con pocas horas de diferencia entre uno y otro. El primero de ellos tuvo lugar a las 8:20 horas en el barrio de la Paz de San Sebastián, cuando un microbús con seis militares a bordo fue ametrallado por tres miembros de la banda, provocando la muerte de JOSÉ MANUEL IBARZÁBAL DUQUE, marinero de segunda de la Armada, y RAFAEL MELCHOR GARCÍA, cabo primero radiotelegrafista. Los dos militares se dirigían a la Comandancia de Marina de Pasajes en el vehículo oficial que, tras el ametrallamiento, se estrelló contra un árbol.
José Manuel Ibarzábal, que conducía el microbús, salió corriendo, pero fue perseguido por uno de los terroristas, que lo acribilló a tiros hasta acabar con su vida. Rafael Melchor García intentó repeler la agresión "utilizando varias veces su pistola antes de ser alcanzado mortalmente" (El País, 26/11/1985).
Resultaron también heridos de diversa consideración otros tres ocupantes del vehículo: el cabo segundo Luis Ángel Carballo Bahamonde, el alférez médico Manuel Rodríguez Santisteban, y Daniel Asensio Foriza.
Tras cometer el atentado, los terroristas huyeron en un vehículo donde les esperaba un cuarto miembro de la banda. El coche había sido robado a punta de pistola en Rentería en torno a los ocho de la mañana. Su propietario, que permaneció en el maletero todo el tiempo, consiguió liberarse cuando los terroristas abandonaron el vehículo en el barrio donostiarra de Bidebieta gracias a una llave fija que se encontraba en el interior.
En 1990 la Audiencia Nacional condenó a Ignacio Erro Zazu, alias Pelos, y Estanislao Echaburu Solabarrieta, alias Iván, a sendas penas de 58 años de reclusión mayor por el asesinato de los dos militares, y a 25 años de prisión mayor por los cuatros delitos de asesinato en grado de frustración, además de a otros 10 años por un delito de detención ilegal.
En el ametrallamiento del autobús militar también participó Ángel María Galarraga Mendizábal, alias Pototo. El 14 de marzo de 1986 Pototo fue sorprendido por una patrulla de la Policía Nacional junto a Erro Zazu, Pelos, cuando preparaban un coche bomba en el paseo de La Concha de San Sebastián. El policía nacional José Antonio Álvarez Díez se acercó a identificarlos y recibió dos disparos a bocajarro. En el tiroteo posterior Galarraga resultó muerto, mientras que Pelos logró huir. Erro Zazu, por su parte, sería detenido un año después en una operación en Pasajes de San Pedro en la que, durante el enfrentamiento con la Policía, murió la etarra Lucía Urigoitia Ajuria.
José Manuel Ibarzábal Duque tenía 20 años. "Era un chico extraordinario. Siempre estaba pendiente de los demás. Nunca nos había causado ningún disgusto. Sólo tenía veinte años, era casi un niño", relataba su desconsolada madre, Felisa Duque (El Diario Vasco, 26/11/1985). Natural de San Sebastián, estaba cumpliendo el servicio militar en su ciudad natal. Gran deportista, había ganado el campeonato de bateles en el País Vasco. José Manuel era simpatizante de Herri Batasuna, según confirmó el dirigente de la coalición proetarra Jon Idígoras, que expresó el dolor que le producía "la muerte de un compañero" pero señalando que no cambiaba "la valoración política que nosotros venimos haciendo de la situación, y el atentado no hace sino reafirmarnos en la necesidad de que exista una solución política". De hecho, todas las fuerzas políticas condenaron el atentado a excepción de HB. José Manuel, por otra parte, era familiar de Eugenio Ibarzábal, por entonces portavoz del Gobierno vasco, primo carnal de José Ramón Ibarzábal, padre de la víctima.
Rafael Melchor García, de 26 años, era natural de Castillo de Val (Burgos), aunque desde hacía seis años su familia vivía en Córdoba, ciudad a la que había sido trasladado su padre, José Melchor Tubina, practicante de profesión. Estaba casado con María del Carmen Guillermo y tenía dos hijos. Sus restos mortales fueron enterrados en el cementerio de San Rafael de su ciudad natal el 27 de noviembre, tras el funeral que se celebró en el Hospital Militar de Córdoba, donde se había instalado la capilla ardiente. Antes de ser trasladado a San Sebastián el cabo asesinado había prestado servicio en San Fernando y Vigo.
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Es fundamental recordar y honrar a todas las personas que perdieron la vida o resultaron afectadas por los actos violentos perpetrados por ETA. Cada una de estas víctimas merece nuestro respeto y solidaridad.