El año 1987, año de las masacres de Hipercor en Barcelona y la casa cuartel de Zaragoza, lo inició ETA asesinando con el método del coche-bomba a ÁNGEL JOSÉ RAMOS SAAVEDRA, conductor de un autobús de militares que se dirigía a la Academia General Militar de Zaragoza, y al comandante de Ingenieros del Ejército de Tierra MANUEL RIVERA SÁNCHEZ.
Eran las 8:00 horas del 30 de enero de 1987. Cuando el autobús llegaba a la plaza de César Augusto frente a la iglesia de San Juan de los Panetes, el coche bomba fue activado a distancia por Henri Parot, que inmediatamente emprendió la huida en un vehículo conducido por otro terrorista.
El estallido de la furgoneta-bomba, cargada con 50 kilos de Goma2 y otros tantos kilos de tornillos y tuercas, causó lesiones de diferente gravedad a decenas de militares (veintisiete) y civiles (trece). Entre los heridos, cuatro lo fueron de gravedad. Varios de ellos quedaron incapacitados para ejercer su profesión y tardaron meses en recuperarse. Entre ellos, Abundio Tapia Santamaría que requirió asistencia médica durante 1.030 días y quedó absolutamente incapacitado para ejercer su profesión como militar.
Además, la onda expansiva afectó a numerosas tiendas y edificios en un área de 600 metros, entre ellos el Gobierno Civil de Zaragoza y los Juzgados. Muchas viviendas tuvieron que desalojarse durante meses hasta que pudieron ser restauradas.
En 1993 fue condenado por este atentado Henri Parot, determinando la sentencia que fue quien estacionó y activó el mecanismo de la bomba al paso del autocar militar. En 2002 fueron condenados, como cooperadores necesarios en el atentado, Francisco Múgica Garmendia y José María Arregui Erostarbe.
Ángel José Ramos Saavedra tenía 47 años y murió en el acto. Natural de La Coruña, estaba casado y tenía dos hijos. Fue enterrado en el cementerio de Cerdañola del Vallés (Barcelona).
El comandante Manuel Rivera Sánchez, de 45 años, era natural de Viveros (Albacete). Casado y con tres hijos, ejercía como profesor en la Academia General Militar. Falleció pocas horas después de ingresar en el Hospital Clínico de Zaragoza.
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Es fundamental recordar y honrar a todas las personas que perdieron la vida o resultaron afectadas por los actos violentos perpetrados por ETA. Cada una de estas víctimas merece nuestro respeto y solidaridad.